Las
becas Erasmus fueron la gota que colmó el vaso. Paradójicamente, una nimiedad -si
se compara con otras barbaridades que ha promovido- hizo que, por fin, el
ministro Wert se quedase solo en el Parlamento. Después de utilizar a los
arribistas como kleenex, por enésima
vez, los genuinos resortes del poder -el establishment- obligaron a este singular kamikaze a rectificar, a bajarse
del pedestal al que nunca debió subir y a desnudarse en público. En resumen, "hecha
la faena, ya no nos sirves". Creí entonces que era su fin, pero ya hace de ello
medio año, está acabando el curso académico y ahí sigue, dando que hacer. Y por
lo que se aprecia, hasta parece recuperado y bien posicionado, cercano a
Arriola, a Mariano y hasta al abdicante Rey.
En
aras de la verdad, hay que reconocer que es difícil hacer mejor la faena que se
le encomendó, con eficiencia y diligencia tan probadas. En dos años le ha
sobrado tiempo para desmontar cuatro o cinco lustros de trabajo sistemático, duro,
creativo y a destajo, desplegado por las administraciones educativas
precedentes. En ese brevísimo periodo, ha acabado con casi todo el sistema de apoyo a la
educación diferencial y compensatoria de este país y ha laminado la estructura
institucional del sistema educativo, desmontándola y auspiciando como alternativa algo que no es tal. Y lo sabe, como lo saben quienes le han jaleado en
su inaudita carrera. El objetivo está más que logrado: deshacer lo hecho,
sin que haya otra opción razonable. Es más que suficiente para que las cosas
vuelvan a su sitio, al cauce del que no debieron apartarse nunca: la Iglesia y
sus designios.
Además,
en esos dos años ha deshecho el sistema de ciencia y tecnología del país. Nos
ha hecho bajar no sé cuantos peldaños en los rankings de la investigación, desmontando
toda su estructura básica y el prestigio internacional logrado por los
investigadores y las universidades en los escenarios globales. Él, sus amigos y
colaboradores nos han sumido en el más absoluto de los silencios, en una nueva
oscuridad. Nos han sacado de la modernidad y nos han devuelto a la caverna,
retrotrayendo treinta años la educación, la ciencia y la cultura del país.
Y lo
han hecho con una sonrisa cínica y permanente, despreciando a tirios y troyanos,
incluso yendo más allá de lo que sus propias bancadas parlamentarias y
congéneres ideológicos les pedían. Los mediocres han tenido su ‘minuto de oro’
(dos largos años, en este caso) que han explotado hasta el límite. Como hacen los
majaderos y los beneficiados. Estoy seguro que les prepararán una salida fulgurante
porque han hecho méritos de sobra.