martes, 21 de julio de 2015

A vueltas con la Memoria.

La semana pasada tuve la oportunidad de visitar el Centro de Interpretación de los Refugios Antiaéreos, que el Ayuntamiento de Alicante ha habilitado en los antiguos talleres municipales (la que se denominó Casa de Máquinas). Un documentado y amabilísimo guía nos lo mostró a un pequeño grupo de conocidos y amigos, además del recuperado refugio de la plaza Séneca-Autobuses. Fue una experiencia productiva y muy positiva. Por un lado, si se eluden los inconvenientes derivados de acondicionar una dependencia deprisa y corriendo -como parece que sucedió-, el Centro de Interpretación resulta una instalación razonablemente digna. Tal vez el resultado final no tenga la calidad que fuera deseable, pero bueno, cumple suficientemente su papel. Ahora bien, lo que fue una gratísima sorpresa es hallar el refugio de la plaza en tan excelente estado de conservación. Impecable, con sus sillares y grafitis originales y su cubierta de hormigón de casi un metro de grosor, prácticamente desnudo de aditamentos artificiosos que lo desvirtúen. Al contrario, se muestra tal cual fue: parco, descarnado, casi en su versión original. De tal modo que la desnuda arquitectura se adereza con una sobria ambientación musical, que incluye sonidos de sirenas e impactos de proyectiles, permitiendo al visitante hacerse una idea aproximada de las sensaciones y fobias que sintieron sus usuarios hace casi ochenta años.

Centro de Interpretación de los Refugios Antiaéreos
La visita nos motivó a todos reflexiones sobre la multitud de aristas y vertientes de la Memoria Histórica, algunas de las cuales hemos compartido. Reme Izquierdo me decía, por ejemplo, que el verano pasado visitó el Museo del Exilio, en La Junquera. Esa visita le hizo pensar que Alicante merecía una instalación similar dada su condición de lugar emblemático del final de la Guerra Civil, además de una referencia del exilio y de la represión franquista. Incluso proponía algunas secciones que podría albergar. Un museo que, por otra parte, nada tendría de novedoso puesto que ciudades de países con larga tradición democrática y de otros con menor pedigrí (Londres, Manchester, Edimburgo, Misrata, Cartagena, Karlovac, etc.) pueden ofrecernos ejemplos de instalaciones de estas características, que obviamente deben interpretarse y adecuarse a las posibilidades que tiene una ciudad como Alicante, particularmente en este tiempo de penurias. Inmuebles no faltan, sin ir más lejos, el edificio que acogía la antigua estación de autobuses podría ser uno de ellos. Como propone la profesora Izquierdo, el hipotético museo podría incluir secciones como: vivir en guerra (vida cotidiana en la ciudad y en la huerta, la cultura en tiempos bélicos, etc.); los bombardeos (tipología de los artefactos, hospitales y atención a las víctimas, cronologías, relaciones de víctimas…); los refugios, tipología y distribución urbana; el final local de una guerra global (evolución, armamento, uniformes, ayuda internacional, etc.); la derrota (el puerto, el exilio y las cárceles, el Campo de los Almendros y el Campo de Albatera); conflictos históricos versus conflictos actuales: la permanente necesidad de construir la paz.

Aprecio la propuesta de la profesora y la apoyo. Sin embargo, entiendo que el significado y la importancia de Alicante para el conocimiento del final de la Guerra merece algo más que un museo. Creo que debe acometerse, sin espera, una estrategia que impulse acciones a nivel municipal y autonómico, consensuada y respaldada por las universidades, las instituciones y asociaciones y, en suma, por el conjunto de la sociedad civil que ponga en valor el potencial de referencia histórica que tiene la ciudad. A tal efecto, me parece que el municipio debe emprender actuaciones concretas para gestionar el patrimonio y el arte públicos en relación con la memoria de la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo. Esa tentativa de gestión del patrimonio podría vertebrarse en torno a tres ejes: a) la recuperación de los refugios, monumentos, troneras, etc., derruidos y/o abandonados durante el franquismo; b) la eliminación/sustitución de símbolos y monumentos franquistas; y c) el homenaje y reconocimiento de la democracia al periodo de referencia, incluyendo políticas de generación de una nueva monumentalidad, así como la identificación y dinamización de “espacios de la Memoria”, susceptibles de integrar futuros “recorridos de la Memoria”.

Por otro lado, creo que no puede olvidarse ampliar la reflexión en torno a los significados de la expresión “Memoria histórica”, abordando las connotaciones y enfoques que se le han dado: a) la memoria como restitución de las víctimas a sus descendientes; b) la memoria como patrimonio colectivo y derechos ciudadanos sobre las víctimas; c) enfoques ciudadanos y perspectiva histórica de la recuperación de la memoria; d) sociopolítica e historiografía sobre la memoria, etc. Propongo que esta vertiente  se aborde a través de encuentros, jornadas, congresos, investigaciones, etc., cuyo desarrollo y resultados deben compartirse con la ciudadanía y archivarse en el escaparate imaginario de la cultura y el patrimonio local.

Además, me parece imprescindible auspiciar y hacer funcionar, tanto a nivel local como autonómico, estructuras de carácter político-administrativo semejantes a las que existen en otras Comunidades Autónomas. Es inaplazable crear una institución estable con proyección autonómica que produzca per se y colabore con otras entidades, asociaciones y grupos en actos de homenaje, de reparación o conmemorativos; que ofrezca servicios pedagógicos a profesores y estudiantes; que impulse y acoja un centro de información y documentación sobre la Memoria, así como un banco audiovisual de testimonios; que impulse la red de espacios de la Memoria de la Comunidad Valenciana; que edite y publique investigaciones y textos de interés público y difunda contenidos memoriales en los medios de comunicación.  

Debería diseñarse y poner en marcha a nivel local una estructura permanente, vinculada a la Concejalía de Memoria Histórica, que impulse planes de actuación específicos que incluyan estrategias municipales de gestión del patrimonio, la conservación, mantenimiento y ampliación de los lugares e itinerarios de la Memoria, la recuperación de casamatas, baterías, galerías, garitas, nidos, parapetos, trincheras y demás arquitectura militar de la Guerra Civil, así como la concreción del Museo de la Guerra.

Estas propuestas apenas son un apunte de lo que se puede hacer al respecto. Naturalmente todo ello precisa de mayor reflexión, exige un debate público y amplio, en el que todas las partes aporten ideas y puntos de vista (especialmente quienes vienen trabajando en la recuperación de la Memoria desde hace muchos años), así como la voluntad por parte de los gobiernos local y autonómico de llevarlas adelante con decisión. Estas actuaciones no admiten demora. Deben emprenderse ya mismo porque será difícil que se dé una coyuntura más favorable.

domingo, 19 de julio de 2015

Adherencia emocional.

Esta mañana he repetido el gesto que reitero diariamente desde hace muchos años. He tirado de la cuerda de la persiana del dormitorio y mientras se levantaba he redescubierto por enésima vez el habitual paisaje de bloques de viviendas, surcado por una Gran Vía concurrida y estridente, que ofrece en su parte inferior, en primerísimo plano, la piscina de la urbanización donde vivo, el único espacio que merece la pena observarse de cuantos incluye el panorama que, por otro lado, a las horas en que suelo alzar el aludido telón está absolutamente desierto. Hoy no era así. Unos inusuales visitantes lo habían ocupado mínimamente.

Sorprendido por la novedad, la curiosidad me ha hecho mirar con más detenimiento. He reconocido a una mujer joven, con los brazos apoyados en el reborde de la piscina, que tonificaba su cuerpo balanceando rítmicamente sus piernas. Aunque estaba de espaldas y a cierta distancia, he adivinado la cordialidad con que contemplaba a quienes tenía frente a sí sobre el césped. Ante ella, en una silla de resina blanca, de las que se utilizan en terrazas y playas, estaba sentada una señora de cierta edad acunando un bebé en sus brazos. He aguzado un poco la vista y me ha vuelto a asombrar descubrir tres generaciones en apenas metro y medio de terreno. La primera, acomodada en la silla; la tercera, descansando plácidamente sobre su regazo; y la segunda, en el agua, ocupando el último vértice del imaginario triángulo visual que enlazaba sus respectivas miradas.

Foto R. Leiva (Flickr, by blaster_po)
La escena me ha avivado una vieja y reiterada reflexión sobre la habilidad que tienen algunas personas para conservar en su cercanía los seres que quieren. A veces pienso que determinados individuos tienen una capacidad especial para concitar sinergias, para propiciar la adherencia y el agrupamiento parental y la amalgama emocional con los propios. Tan es así que, a poco que reflexiono, compruebo que la imagen que he descrito no es flor de un día. En la hectárea en que viven sus protagonistas se podrían encontrar otras tres generaciones diferentes de la misma familia. Solo habría que cambiar de bloque de viviendas. En resumen, la mitad de los vástagos que engendró esa mater familias siguen viviendo en su proximidad. Disfruta, por tanto, de una parte importante de su prole, de sus respectivos retoños y, de seguir por tal camino, también lo hará de sus bisnietos. Y este no es un caso singular. Sin perder de vista mi entorno inmediato constato otros parecidos, que no están circunscritos a la hectárea de referencia pero sí a los  espacios colindantes, a los que se accede con solo cruzar la calle.

Y uno tiene sana envidia de quienes han orientado sus esfuerzos a lograr importantes objetivos vitales que, por la razón que fuere, identificaron con presteza. O tal vez no, y lo que parece resultado de la intencionalidad y/o de la perspicacia es simplemente fruto de la casualidad o de la fortuna. No lo sé. Otros, bien porque fuimos considerablemente respetuosos con las metas que ambicionaron los nuestros o bien porque nuestras vidas rodaron de otra manera, vivimos otras realidades; ni mejores ni peores, simplemente distintas. Nuestros vástagos han logrado algunas de sus hermosas aspiraciones y se les han esfumado otras, como a todos. En todo caso, el devenir de los años ha ido acompañado de insoslayables contrapartidas. No todo ha sido ni es libertad y oportunidades, ni tampoco autosuficiencia o bienestar exclusivamente. El bagaje incluye ciertas servidumbres: algo de desarraigo y debilitamiento de los vínculos, extinción de determinadas costumbres y adopción de otras, etc. Es indiscutible que aunque el itinerario vital se haya jalonado con la consecución de importantes pretensiones también envuelve rémoras, como el distanciamiento o la añoranza, por mencionar alguna. A menudo decimos o escuchamos que bastante tenemos cada cual con atender nuestros propios asuntos. Y probablemente tenemos razón quienes así nos pronunciamos porque muchas veces, incluso cuando el azar o la contumacia han hecho que permanezcamos cerca unos de los otros, ni se nos ofrece la posibilidad de auxiliarnos mutuamente. Pero no todo son inconvenientes los derivados de vivir a distancia, todo lo contrario. Esa circunstancia facilita, por ejemplo, eludir en buena medida algunos sometimientos que conlleva la promiscuidad en la convivencia familiar, como pelear con los hijos, conciliar con los consuegros, ser ninguneados asiduamente por yernos y nueras o cuidar sistemáticamente de los nietos.

Más allá de estas nonadas que acompañan al tiempo en que somos relativamente autónomos, parece inevitable que al final, cuando la dependencia nos sojuzgue, lo que nos espera a casi todos son los caritativos brazos de los servicios sociales. Pero como soy radicalmente inconformista, últimamente me estoy familiarizando con el biohacking, un movimiento que pretende acercar la ciencia a los ciudadanos para facilitarles la vida. ¿Cómo lo hace? Pues obteniendo, a través de herramientas tecnológicas accesibles económicamente, la información sistémica de nuestros organismos y utilizándola para mejorar la salud. Según los biotecnólogos, en pocos años podremos llevar en el cuerpo dispositivos con “biosensores” que se comunicarán con nuestro teléfono móvil o con otro gadget y le enviarán datos sobre el nivel de colesterol o de  glucosa que tenemos en sangre, las constantes cardiacas y un sinfín de cosas más. Ello permitirá a médicos, farmacéuticos, etc. neutralizar los achaques en tiempo real y, probablemente, alargarnos la autonomía unos cuantos años. Por lo que dicen estos expertos, deduzco que apenas queda nada para evitar una buena temporada los brazos del auxilio social. Espero tener salud unos años más, aprovecharme de lo que dé de sí la biotecnología y, si tengo suerte, poder eludir tan filantrópico recurso.


lunes, 13 de julio de 2015

13 de julio.

Las seis y media de la mañana. Hace apenas unos minutos que rompió el día. Una luz difusa, cenicienta y uniforme tinta el cielo de gris plomizo. Si no fuese por la calma chicha que flota en el ambiente parecería que estrenamos un día otoñal. Solo la pesadez atmosférica nos alerta de que estamos en plena canícula, perceptible ya cuando el titileo de las luces de las farolas traspasa innecesariamente el desvaído telón de tinieblas que lo enmarca.

Es hora en la que aún se puede disfrutar del silencio nocturno que apenas interrumpen mínimos ruidos matinales que anuncian el despertar de una ciudad que se despereza lentamente, como todos los lunes, resistiéndose a dejar el sueño, que a mi me ha abandonado prematuramente esta mañana echándome de la cama a una hora inusual. Una eventualidad que agradezco porque me ha permitido disfrutar de los cantos albares de gorriones, jilgueros y tórtolas, apenas interrumpidos por espaciados runrunes de los automóviles que empezaban a ocupar las negras arterias urbanas.

Hacía tiempo que no saboreaba un amanecer como el de hoy. Una alborada en la que he gozado desentumeciéndome lentamente, paladeando en la terraza de casa un aromático café que en pocos segundos me ha terminado de despertar. ¡Qué grato es vivir tan intensamente el escaso intervalo que separa la oscuridad de la luz, el reposo del ajetreo, el silencio del fragor, el sueño de la vigilia! ¡Qué disfrute apurar el efímero espacio en el que la placidez de la madrugada se quiebra irremediable y abruptamente trocándose en la estridencia que producen los primeros vehículos y los estrépitos matinales!  

Foto. Pablo Blázquez (Getty)
Apenas han transcurrido quince minutos y la luz y el ruido se han adueñado de todo. Se han esfumado las siluetas recortadas de edificios, farolas y árboles sobre el fondo etéreo de una atmósfera oscura y anodina. De repente, todo se ha hecho hirientemente visible, como cuando se alza el telón en el teatro y se iluminan con intensidad el decorado y los personajes. En pocos minutos se ha ido poblando el asfalto y los pájaros han enmudecido, o casi. Su elocuente silencio seguramente anunciaba la hora del desayuno, el tiempo de aplicarse a lo prosaico, de dejarse de zarandajas y de hacer por vivir.

Entretanto, sobrevuelan el horizonte los primeros aviones, que han puesto rumbo norte apresurándose para llegar puntualmente a la peudocivilización que abre otra vez sus puertas hoy, lunes, por la mañana. Comienza de nuevo la veda en el inhóspito paisaje que conforman las urbes engullidas por el tráfago, en las que prima la obstinación por llegar a tiempo a cualquier lugar. Es lunes, 13 de julio. Penúltimo encierro. En poco más de media hora se verán por televisión las primeras imágenes de las calles de Pamplona, angostas y medievales, repletas de gente, que volverán a mostrarse recuperadas tras soportar otra diabólica noche de sanfermines. Pronto empezará el encierro y estarán de nuevo los toros en la calle para componer con los mozos propios y ajenos una cabalgata eléctrica, un espectáculo excepcional, tan primoroso como trágico en ocasiones. Hoy, el penúltimo. Los toros, de Domingo Hernández, de Salamanca, que repiten este año. Reses teóricamente cómodas que lidiaran por la tarde tres figuras de relumbrón: Juan José Padilla, El Juli y Miguel Ángel Perera. ¡Suerte para todos! ¡Y buen día!

miércoles, 8 de julio de 2015

Perendengues.

A finales de noviembre del año pasado, el profesor Santos Juliá resumía en una tribuna del diario El País sus impresiones sobre el congreso fundacional de Podemos, celebrado en Madrid en el penúltimo fin de semana de ese mes. En ella diseccionaba con brevedad y lucidez, como suele hacer, la parafernalia, la organización, los contenidos y las formas del cónclave (Asamblea Ciudadana, le llaman ellos). Lo que hoy quiero rescatar es la parte de su aportación que aludía al contenido político del discurso del líder Pablo Iglesias.

Decía el profesor que este nuevo dirigente había subvertido la oratoria política porque habría desterrado de ella la estructura y las figuras del discurso (entendido como el genuino medio de la acción e intervención política), también el análisis de una situación y los contenidos concretos de una determinada política, así como la palabra que suscita una adhesión de la voluntad como resultado de la iluminación de la razón. En su opinión, Pablo Iglesias y sus correligionarios habrían erradicado el propio discurso político. Yo estoy de acuerdo con este análisis. Apostillaba el catedrático que el discurso de este joven profesor universitario lo integran únicamente frases más o menos hilvanadas, escritas de antemano, leídas de corrido una detrás de otra, que no tienen otro propósito que cosechar el aplauso, que parece que se ha convertido en la suprema manifestación de la ciudadanía participativa, tal como la entienden los dirigentes de Podemos. Esas sentencias son preferentemente cortas, porque son las que digieren bien telespectadores y twitteros. Son contundentes, porque buscan exasperar a los contrincantes en las tertulias. Son una especie de consignas muy eficaces para entusiasmar a un público que toma por agudeza de ingenio o por receta infalible lo que no son más que ocurrencias o fuegos de artificio. Frases, en definitiva, que pretenden ante todo suministrar abundantes titulares a los diarios digitales que los publicitarán pocas horas después de que se hayan pronunciado.

Es ocioso recordar que vivimos en la era de las tecnologías y de la globalización y que ello condiciona la comunicación en general, y la comunicación política en particular. Esta tendencia ‘universalizante’ ha impregnado muchas áreas de la actividad humana que se sirven de la persuasión, como la publicidad o la mercadotecnia, y también la política. Los políticos han encontrado en la red y en las nuevas tecnologías un filón comunicativo que les acerca más que nunca a los ciudadanos. El ejemplo más claro y conocido es la campaña que llevó a cabo el presidente Obama para su primer mandato. Todos reconocen que la clave de su éxito fue la explotación de las nuevas tecnologías en cada una de las prácticas comunicativas que empleó para hacer valer su candidatura. Así pues, desde entonces los políticos tienen en sus manos un arma de doble filo. Por un lado, las tecnologías les proporcionan herramientas para conseguir hacer campaña permanente de manera sencilla y económica; pero por otro les colocan frente a una sociedad interactiva que cada vez será más exigente y ejercerá sobre ellos una presión mucho mayor a través de la red.

Más allá del contexto sociopolítico en el que han emergido las nuevas formaciones políticas (crisis económica, desafección ciudadana hacia la política, quiebra del bipartidismo, corrupción…), que no les ha ayudado poco, lo que es evidente es que, particularmente el partido de Pablo Iglesias, más que utilizar las funciones del discurso político tradicional, en el que la retórica y la persuasión son elementos fundamentales, ha hecho prevalecer la presencia activa y asidua de sus líderes en la TV y en las redes sociales, generando una interacción constante con los ciudadanos. Lo que ha hecho triunfar a Podemos es el discurso político mediático, basado en la difusión viral y en estar en boca de muchos ciudadanos rápidamente, a través de la  interacción y la comunicación bidireccional a través de la TV y las redes sociales. Se podrá argüir que todos los partidos están presentes en ellas, pero nadie podrá rebatir que ninguno logra hacerlo tan activa y efectivamente como ellos. Deberían aprender al respecto si pretenden seguir ganando elecciones.

Estoy convencido de que el uso planificado y sistemático de la TV e Internet es absolutamente indispensable a la hora de diseñar cualquier campaña electoral. Ningún candidato puede ni quiere quedarse al margen de las posibilidades que brindan las redes, que son muchas: aportan imagen de modernidad, permiten conversar con los ciudadanos, sus usuarios son líderes de opinión en los entornos que frecuentan, son herramientas de comunicación que generan comunidad, son los medios más pegados a la actualidad, constituyen una fuente de información para los periodistas y una vía para mejorar su relación con los políticos, ayudan a éstos a sintetizar y a expresarse por medio de titulares y, por ello, les hacen ser mejores comunicadores y portavoces de sus organizaciones. Por si todo esto parece poco, contribuyen a humanizarlos y aumentan la empatía hacia ellos. De modo que son auténticos termómetros sociales y ayudan significativamente a obtener buenos resultados electorales. Sin ningún género de dudas.

Pienso que el concepto de comunicación participativa y diálogo abierto que han contribuido a implantar redes como Twitter es algo que tardará tiempo en diluirse en el ámbito de la comunicación política y electoral. Probablemente también sobrevivirán bastantes años los estragos que han producido en el discurso político convencional la televisión y los tweets. Ambos han convertido en modélico el banal arte de emitir frases deshilvanas sin pronunciar discurso alguno, que tan excelentemente practican los líderes de Podemos.

Pero no todo el monte es orégano, ni bien ni mal que cien años dure. Hoy es noticia que más de 5.000 simpatizantes de Podemos, entre los que se encuentran 700 cargos autonómicos, municipales e internos, se han “plantado” frente a la convocatoria de primarias anunciada la semana pasada por la dirección del partido. Los promotores de esta iniciativa, denominada Podemos es participación, pretenden frenar el proceso de votación interna que culminará hacia finales de mes para votar la candidatura al Congreso de los Diputados, con un calendario tan ajustado como intencionado y una única circunscripción estatal, como corresponde a una organización que se dice nueva pero que cada vez se parece más, como recuerda Juliá, a una mezcla de asambleas, consejos y vanguardia que remedan por igual al asambleísmo universitario, a los sóviets o consejos de soldados, obreros y campesinos y al centralismo democrático del socialismo real.

Y a todas estas, los viejos partidos con sus aparatos, comités, órganos, fontaneros, expertos, consejos de sabios, experiencia de gobierno, información privilegiada, especialistas en comunicación, recursos sobrados, etc., etc. viéndolas venir. Pues, eso, que lo que se les avecina se lo están ganando a pulso.

¡Tiene perendengues la cosa!, como dicen en mi pueblo.

lunes, 6 de julio de 2015

Tecnologías digitales.

Reconozco que durante bastante tiempo pensé que lo de las nuevas tecnologías era una nueva paparruchada. En mi habitual línea visionaria, casi auguré que serían una moda más o menos efímera y les atribuí una caducidad predeterminada, una vida pasajera como tienen la mayoría de las novedades. Obviamente erré, como en tantas otras cosas.

El primer hecho que me dio la auténtica perspectiva del poder de las nuevas tecnologías, y de las aplicaciones y redes sociales que han propiciado, fue el SMS que sirvió para convocar la concentración de protesta frente a la sede del PP el 13 de marzo de 2004. Aquel texto que escribió un particular, que decía: "¿Aznar de rositas? ¿Lo llaman jornada de reflexión y Urdaci trabajando? Hoy 13M, a las 18h. Sede PP, c/Génova 13. Sin partidos. Silencio por la verdad. ¡Pásalo!", que envió a las personas de su libreta de direcciones y que se convirtió en un fenómeno viral cuyas consecuencias son sobradamente conocidas: un vuelco electoral sin precedentes en este país. Ello me puso en la pista de que las nuevas tecnologías no eran ninguna broma y que había que tomarlas en serio. Lo que ha sucedido después, la última década, nos ha desvelado que el fenómeno además de imparable es alucinante: decenas de videos y noticias virales, campañas de apoyo a causas justas y menos, crowdfunding, etc., etc.

Evidentemente, los grandes creadores de opinión, las gentes que realmente influencian el mundo, se han aplicado intensamente a concentrar y controlar los medios de comunicación utilizando las nuevas tecnologías para generar corrientes de pensamiento, que son vendavales de doctrina única que nos inundan globalizadamente por doquier. Pero, al margen de estos fenómenos planetarios que nos sobrepasan, reconozco que es asombrosa la capacidad que tienen las tecnologías en manos de los particulares o de los pequeños grupos. Recientemente he tenido dos experiencias que me han ayudado a entender esta realidad. Las dos han representado unas movidas impresionantes, iniciadas en ambos casos por sendas personas que, a título individual, crearon grupos de WhatsApp con algunos de sus contactos telefónicos. En total, no más de 20 ó 30 en cada grupo que, en apenas dos o tres días, generaron miles de mensajes participados simultáneamente por quienes integraban los grupos y, por extensión, por otras muchas personas, a las que aquellos comunicaban los comentarios, imágenes o links a través de redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram, etc. Los dos grupos han sido auténticos fenómenos virales –evidentemente, a pequeña escala- posibilitando que se compartiesen en tiempo real proyectos, opiniones, percepciones, sentimientos, etc. Así pues, han concretado una realidad al alcance de casi cualquiera, impensable hace escasamente una década.

Ciertamente, las herramientas que propician las redes sociales me parecen algo portentoso. Bien utilizadas, como tantas otras cosas, son instrumentos magníficos, que deben ponerse al servicio de la comunicación auténtica y de las relaciones humanas verdaderas,  así como atender a propósitos éticos, útiles y provechosos.

Ahora sí que creo que se impone impulsar la pedagogía tecnológica. Una pedagogía auténtica que no solo debe alfabetizar y capacitar a los ciudadanos en el uso de las nuevas tecnologías para intentar evitar la nueva brecha de la desigualdad digital, sino que también debe capacitarles para que entiendan y usen racional, ecológica, saludable y educadamente los nuevos medios, cuyo propósito debe ser contribuir a hacernos mejores a las personas y más justas a las sociedades, y no otros como a menudo sucede. Ese es el gran desafío que se nos plantea. Y es un reto que debemos encarar sin demora para evitar que estos grandes inventos sean simples herramientas en manos de negociantes, gentes malintencionadas o de personas insolventes que los utilizan para lo que no debieran.

Las nuevas tecnologías han impactado especialmente en la juventud proporcionándole muchos beneficios, pero también trayéndole serios perjuicios. Me preocupa la legión de niños y niñas, de muchachas y muchachos –también un buen número de adultos- que viven aferrados al móvil, obsesionados con Internet. Parecen incapaces de controlar su uso y hasta llegan a poner en peligro sus estudios y ocupaciones, sus relaciones sociales e incluso su integridad personal. Por eso, me parece inaplazable abordar educativamente el problema del uso inadecuado y del abuso de las nuevas tecnologías, trabajando la prevención y las variables psicosociales incidentes y asegurando el apoyo familiar y social con que deben contar las personas para intentar vencer sus dificultades y problemáticas. Los desafíos que plantean las nuevas formas de comunicación son ilusionantes, pero no debemos descuidar sus riesgos; todo progreso tiene sus contrapartidas y si no se atienden y amortiguan pueden llegar a neutralizarlo. Intentemos evitar que ello suceda. Creo que vale la pena lograrlo.

domingo, 5 de julio de 2015

Tal como éramos.

Unos meses atrás rememoré en este blog a mi amigo Manolo Gomis. Entre otras cosas –todas ciertas- le decía que “en pocos momentos de mi vida he sentido tan intensamente la profesión como en los años que trabajé con él. En esa época tenía continuamente la sensación de que estábamos haciendo lo que debíamos, cuando correspondía y de la manera que convenía que se hiciese. El nuestro era un ejercicio profesional impregnado de sentido, de convicción y  -¿por qué no decirlo?- de pasión por lo que hacíamos. Pocas veces he disfrutado personal y profesionalmente tanto como lo hice entonces. La tarea diaria fluía con naturalidad, sin retóricas, artificiosidades o imposturas. Era habitual la coherencia entre lo que pensábamos, lo que se sentíamos y lo que hacíamos. Los otros, nuestros alumnos y sus familias, y muchos compañeros, lo percibían y lo vivían con idéntica intensidad y simultaneidad. Aquella realidad no era flor excepcional, producto de un día de trabajo inspirado, sino un eje conductor que vertebraba nuestro ocupación docente a lo largo de las semanas, los meses y los cursos académicos. Hay centenares de testigos que ratificarán lo que digo”. Pues mira por donde, aquí tenemos una evidencia. Volvemos al año 1980-81, si no yerro.

Viaje fin de estudios 8º EGB (CP Ruperto Chapí, 1981)

Hace dos días que echa humo un grupo de whats up habilitado por un tal Valeriano Amat, un ‘fulano’ casi cincuentón que, treinta y cinco años después, toca la corneta y sigue entusiasmando a algunos de sus profesores y a sus condiscípulos, a los que siempre lideró con naturalidad y maestría y, lo que es mejor, sin que nadie le enseñase. Muchos teóricos del liderazgo deberían conocer algunos “valerianos” con los que he convivido en mi ejercicio profesional. En un par de horas de fructífero diálogo les hubiesen ahorrado meses de sesudas elucubraciones acerca de las formas, los estilos o los enfoques de una competencia que ellos ejercitan con absoluta normalidad. A la vista está.

Insisto en lo dicho en el primer párrafo. No sé si entonces les enseñamos a nuestros muchachos pocas o muchas matemáticas o algo de física, no sé si aprendieron rudimentos de geografía e historia y desconozco si llegaron a dominar la ortografía y la sintaxis (por lo que leo, me parece que no lo suficiente), pero de lo que no albergo duda alguna es de nos esforzamos en enseñarles a ser, a vivir y a convivir y, por lo que parece, algo logramos que aprendiesen. Podrá aducirse que se trata de un grupo pequeño, de apenas dieciocho personas (bienaventurados los grupos pequeños, porque son los que logran ser tales), y que otra cosa sucedería si estuviésemos, por ejemplo, ante un centenar. Tal vez la cosa cambiase en ese caso, pero ello no es obstáculo para acreditar y celebrar que continúan siendo un grupo auténtico. Solo hay que leer el torrente de ‘guasaps’ para confirmarlo: comparten identidades, objetivos y valores. ¿se puede pedir más después de tres décadas sin apenas interaccionar entre ellos?

Hace dos o tres años, no puedo precisar más, algunos colegas de entonces tuvimos la oportunidad de celebrar otro encuentro con la promoción de chavales que siguió a la que menciono. Aquello fue una reunión fenomenal, en la que pudimos revivir y reeditar los valores y las experiencias que nos aunaron y nos conformaron cual somos. Por otro lado, no hace ni mes y medio que tuve otro cónclave con cuarenta y tantos de mis compañeros de Magisterio. Gentes que empezamos a estudiar el año 67 y que seguimos reuniéndonos para celebrar habernos encontrado entonces y después, compartiendo retos, experiencias, provechos y decepciones que han urdido y ahondado el caudal de afecto y reconocimiento que nos amalgama con, en  y por encima de nuestras historias personales.

Sopesando lo que mis alumnos y mis colegas me procuran, confieso que soy un privilegiado por haberlos acompañado en un tiempo inolvidable y retador, en el que debimos hacer y lograr muchas cosas. Y creo, sinceramente, que todos completamos bien nuestro respectivo trabajo. Fueron años excepcionales, de excelentes cosechas. Después, hemos vagado por otro tiempo que trajo propuestas que nos eran ajenas, unas veces porque representaban la involución, sin más; otras, porque no iban más allá del lucro y la mediocridad, cuando no de la frivolidad y la caspa. Un tiempo en el que hemos combatido –con más intensidad y tesón que en la Dictadura- para que nos dejasen trabajar por lo que siempre hemos creído. Un tiempo en el que hemos peleado para no perder lo logrado. Un tiempo en el que hemos vuelto a aprender que nada es definitivo, que todo es efímero, que tenemos que seguir luchando por los ideales de la modernidad, por la escuela pública, laica y de calidad. Y espero que, a no tardar, republicana.

Ahora se abre un tiempo nuevo, que será diferente y espero que mejor, estoy seguro de que mis queridos Valeriano, Consuelo, José Manuel, Juani, Antonio, Coronado, Palmira, Eleuterio, Miguel, Rafa, Mari Ángeles, Pili, Fela, J.A. Villaescusa, M. Carmen Picó, Juanma Cascales, Antonia Pagán y sus hijos (y alguno de sus nietos/as) tendrán mucho que decir en él. Y lo dirán como, cuando y donde corresponda. Para eso les enseñamos y para eso aprendieron, que lo suyo les costó.

viernes, 3 de julio de 2015

Torridez.

Las últimas semanas han sido tórridas, particularmente esta última, y no solo por la temperatura ambiente. Políticamente, el bochorno se ha instalado a todos los niveles. En Europa, con el rifirrafe sostenido entre el gobierno griego y el Eurogrupo; en Madrid, con la inanidad de Rajoy y el nerviosismo de los suyos por la incontinente sangría que sufren y el batacazo electoral que se augura; en nuestra tierra, con la toma de posesión de Ximo Puig y su gobierno, que pone fin provisional a dos décadas de caverna, latrocinio e ignominia. La torridez de este principio del verano es consecuencia de la conjunción de estos factores en una misma dirección, la de la combustión. Las tensiones que se palpan cada día vuelven a poner de manifiesto que no tenemos controlada la situación. Pero este es un terreno extremadamente complejo, que escapa a mis cortas entendederas. Yo sobre lo que quiero decir algo es acerca del bochorno climatológico y de alguno de sus efectos, o de los que me lo parecen.

Como decía, hemos empezado julio con un tiempo bochornoso, continuación del que veníamos sufriendo en los últimos días del mes anterior. Un mes de junio que, según los meteorólogos, acabó con temperaturas más cálidas de lo normal por estos parajes y con un volumen de precipitaciones mayor de lo habitual. Podría decirse que junio ha sido un periodo anómalo en la estadística climática, especialmente por el número de descargas eléctricas que se han producido. Según los conteos que llevan a cabo las agencias de meteorología, dos semanas de tormentas produjeron más de catorce mil descargas en los límites de nuestro territorio.

blog.karibdis.com
Esta actividad borrascosa ha significado que la cantidad media de precipitación recogida haya alcanzado más de 44 litros por metro cuadrado, valor que supera en casi el 75 % lo normal por estas fechas, que apenas alcanza los 25 litros. De modo que, al decir de los especialistas, tenemos asegurado un verano poco conflictivo en materia de incendios ya que, según ellos, las estadísticas auguran que cuando los meses de junio son extremadamente secos o muy secos el número de hectáreas que suelen quemase es bastante mayor que cuándo son húmedos, como es el caso.

Tal vez motivado por la torridez a la que aludo y, más concretamente, por algunas de sus consecuencias, contrastadas de visu en algunas de las últimas multitudinarias procesiones a las que tanta adicción existe en el Cap i Casal, el arzobispo de la diócesis valentina ha adoptado medidas que considera imprescindibles para la reconducción de la, a su juicio, disoluta conducta de parte de la grey.

Es notorio que las formas, los ritos y la liturgia son una preocupación constante del cardenal Antonio Cañizares. Este eminente príncipe de la Iglesia, nacido en Utiel,  tiene un atributo indeleble: su afán por corregir las desviaciones en la doctrina. Probablemente el bochornoso mes de junio, con tanta emisión eléctrica y tanta diferencia de potencial, ha motivado que su eminencia haya ideado la creación de una Comisión de Religiosidad Popular, para intentar reconducir las conductas irreverentes y devolver las cosas al lugar del que nunca debieron salir. Su principal objetivo es purificar las celebraciones con las que el pueblo se expresa, para que sigan siendo una auténtica catequesis popular y combatan el peligro que corren las cofradías, hermandades y demás organizaciones religiosas de abandonar lo fundamental y quedarse con lo accidental. Para el arzobispo y para el lugarteniente que ha designado al efecto -el sacerdote Díaz Tortajada, prior de la Semana Santa Marinera de Valencia- las celebraciones religiosas no pueden ser una simple parafernalia, porque no son carnavales o manifestaciones superficiales al uso sino que constituyen la expresión más profunda de la vida religiosa.

De modo que, de orden del cardenal Cañizares, de ahora en adelante novenas, santuarios, advocaciones marianas, peregrinaciones, procesiones y demás liturgias deberán aplicarse a trabajar en su nuevo cometido, practicando la nueva -que es la vieja- pedagogía: recogimiento, recato, contención, dramatismo… Se acabó, pues, el diseño en los femeninos ternos de procesionar; se erradican los 'canalillos', se impone el fin de las piernas esculturales enfundadas en medias negras de malla ancha, se acaban las plataformas de quince centímetros y el glamour del make up exclusivo, se acaban, en fin, las costaleras y cualquier cosa que se parezca a las tamborradas, danzas de la muerte, entierros de genarines o semanas santas malagueñas con antoniosbanderas al uso...

Y uno se pregunta, ¿quiénes van a ir a procesionar a partir de ahora? Y lo que es peor, ¿cómo vamos a resarcirnos del gozo que nos producía ver los esculturales cuerpos de las brunas vestales y los efebos imberbes, acicalados a la última, con chaqué, mantilla o teja de diseño? ¿Cómo compensaremos la delectación que nos provocaban las rítmicas marchas procesionales, impulsadas por los devotos cuerpos desfilantes, embriagados por el ritmo cadencioso que maridaba insinuados vaivenes de carnes contenidas y trémulas con refajos y sujetadores de lamé? ¿Qué haremos con la legión de niños ‘apijados’ que desfilaban con recatada vocación o volaban de brazo en brazo para intentar tocar entre berridos y a empellones la geperudeta…?

Monseñor, ¿sería mucho pedir que reflexionase usted ad calendas decembris, cuando el extinto bochorno estival abrase las antípodas?