lunes, 22 de febrero de 2016

Retórica barata.

Esta tarde se celebra la primera reunión entre las cuatro formaciones de izquierda para intentar buscar un acuerdo que permita gobernar este país de una manera diferente a como se ha hecho en los últimos cuarenta años. La cita es en la sala Sert del Congreso de los Diputados y se desarrollará en torno a una amplia mesa que dará cabida a unas veinticinco personas, los denominados negociadores del PSOE, Podemos, Compromís e Izquierda Unida. La delegación del partido de Pablo Iglesias es con mucho la más numerosa. En todo caso una reunión que a priori parece poco operativa a juzgar por lo que suelen dar de sí cónclaves de estas dimensiones. Ello no sería especialmente relevante si finalmente la reunión arribase a buen puerto, cosa harto complicado. Lamentablemente, tengo la plena convicción de que no será así porque lo único que persigue cada cual es obtener su particular rédito.

Sala Sert. Congreso de los Diputados.
El PSOE acallará, siquiera provisionalmente, el soniquete machacón que Podemos repite desde hace semanas, otra cantinela que añadir a la retahíla que tanto rédito les ha reportado en su corta e inconsecuente existencia pública. En este caso, se trata de una monserga con pretensiones: “Un vicepresidente debe hablar con su presidente porque a cualquier vicepresidente que se precie, como yo, le corresponde nombrar y decidir si el presidente habla o debe callar porque, ¿acaso que sea presidente es otra cosa que una sonrisa del destino que me tendrá que agradecer?”. ¡Oh, mon petit Napoléon, quelle image tellement adorable !

Alberto Garzón, de quien parte la iniciativa del encuentro, me parece el mejor intencionado. A lo mejor es porque es quien menos tiene que perder. Ha planteado que la cita tenga una formulación amplia, que sea flexible y que haga posible que los invitados acudan al encuentro para hablar de acuerdos programáticos y/o de posibilidades de Gobierno en coalición, sin excluir de antemano ninguna opción, en función de las propuestas de cada organización. La cándida pretensión del dirigente de IU es que esta tarde todos pongan las cartas sobre la mesa y expresen de forma honesta cuál es su propósito. ¡Vana ilusión!

Ciudadanos, ni si ni no, sino todo lo contrario. Igual se suma a un pacto general, si se produce y le encaja, que se desmarca de una dinámica en la que participa, que ni le va ni le viene si no le conviene.

Podemos saldrá de la reunión asegurando que el PSOE se está olvidando del pueblo y de sus votantes. Que Sánchez tiene decidido pactar su investidura con lo que denominan las derechas o, directamente, que ha optado porque se celebren unas nuevas elecciones. Asegurará que el PSOE es un partido entreguista, como lo fue el SPD al darle apoyo a Angela Merkel para formar gobierno en Alemania, perdiendo una ocasión de oro para convertirse en el referente de la socialdemocracia europea. Iglesias concluirá su discurso asegurando que Podemos es la referencia inequívoca de la izquierda, convencido de que, si hay nuevas elecciones, en el peor de los casos se quedará como está: tercero en el ranking. Por tanto, en tal escenario únicamente se arriesga a ganar.

El PSOE también se encuentra cómodo en un hipotético marco de repetición de las elecciones, por varias razones. De un lado, Pedro Sánchez tiene controlados e inmovilizados de momento a los barones territoriales, tras sorprenderles y maniatarles simbólicamente en el Comité Federal en el que anunció que someterá a referéndum de los afiliados los acuerdos a los que pueda llegar con otros partidos. De otro, se ha envuelto en la aureola que otorga el rol de hombre de Estado, que acepta la responsabilidad que le han encomendado de formar gobierno, aún a riesgo de fracasar. Por último, ni él ni el equipo de personas que tiene negociando con las demás fuerzas políticas han metido la pata estrepitosamente hasta la fecha. Tres argumentos, entre otros, que juegan a favor de la imagen que puede ofrecer el líder del PSOE en una nueva confrontación electoral.

Los partidos reunidos –con el tácito y pasivo apoyo del PP, que sigue con su celebérrima táctica marianista de verlas venir– no tienen otra intención que dejar pasar el tiempo y llevarnos a otras elecciones. Están convencidos de que ganarán entonces más de lo que hoy poseen. Los únicos perdedores, como casi siempre, seremos los ciudadanos, porque ese callado acuerdo nos costará tiempo, oportunidades y dinero. No sólo los más de 130 millones de euros que cuesta repetir las elecciones sino muchísimos más. Tiempo al tiempo. Y, de verdad, no pueden imaginarse lo que me gustaría equivocarme.

domingo, 21 de febrero de 2016

100 Artistas Solidarios, 2016 Arte y Democracia.

El pasado jueves, la Comisión Cívica de Alicante para la Recuperación de la Memoria Histórica organizó el acto de clausura de la exposición 100 Artistas Solidarios, 2016 Arte y Democracia, que se ha exhibido en la Sala de Exposiciones de la Lonja del Pescado desde mediados de noviembre. Un acto que cerraba formalmente una extraordinaria muestra que ha continuado abierta hasta el mediodía de hoy, domingo. Un acontecimiento que se ha logrado materializar gracias a la excelente disposición de las autoridades municipales, que facilitaron diligente y generosamente una magnífica sala y sus recursos, especialmente unos empleados municipales que han desarrollado una valiosa y eficiente labor, facilitando las tareas y prestando ayudas y atenciones muy provechosas.

Esta gran muestra de arte contemporáneo ha sido posible materializarla gracias a la generosidad de más de ciento cincuenta artistas plásticos, que no sólo han donado o cedido sus obras a la Comisión sino que muchos de ellos han colaborado desinteresadamente en todas las facetas y tareas que ha exigido su instalación y exhibición. El éxito de esta iniciativa se debe al esfuerzo y a la solidaridad de numerosas personas que han materializado un logro colectivo del que es partícipe el gobierno municipal, que rentabiliza así las infraestructuras culturales de la ciudad; los creadores, que logran dar visibilidad a sus trabajos en un espacio digno y hermoso; y la Comisión Cívica, que consigue difundir y participar al conjunto de la ciudadanía sus propósitos y objetivos.  

Clausura Exposición 100 Artistas Solidarios, Arte y Democracia
Más allá de las protocolarias intervenciones de munícipes y representantes de la Comisión, el acto contó con un cierre extraordinario, un concierto polifónico que ofrecieron cinco veteranos cantautores: Paco Armengol, Andrés Ruiz, Antonio Antón, y Fernando y Adolfo Celdrán, cuyas afinadas y todavía potentes voces acompañaron con su música el arte visual que servía de marco a su actuación.

Los pintores Pepe Azorín y Carme Jorques, miembros de la Comisión, explicaron al numeroso público asistente los pormenores de la escultura denominada “El Ave”, de Eusebio Sempere, que será matriz del memorial que se pretende erigir en el Puerto para homenajear a los republicanos que fueron apresados o salieron desde allí al exilio. Carme completó su intervención con un balance tan breve como contundente del curso de la Exposición, que permitió entrever su amplia proyección en el mundo educativo, cultural y ciudadano, más allá los límites de la ciudad, que ha merecido una atención sostenida por parte de los medios de comunicación.

La Comisión participó su determinación para continuar desarrollando su labor para rescatar del olvido oficial los "lugares de la memoria" en la ciudad, y coadyuvar en la medida de sus posibilidades a recuperar la memoria histórica de los acontecimientos sistemáticamente olvidados o tergiversados durante la dictadura franquista, trabajando para asegurar el deber de no olvidar que tienen los pueblos y las instituciones democráticas, y reivindicar a su vez el derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación de las víctimas y de sus familias. En suma, formuló su inequívoco propósito de seguir luchando para fomentar en la sociedad valores como la paz, la tolerancia, la justicia, la libertad y la solidaridad.

En concordancia con lo anterior, se anunciaron importantes propósitos para los próximos meses. Entre ellos, la celebración del 75 aniversario de la muerte de Miguel Hernández, en 2017. Se pretende impulsar un gran homenaje hernandiano para reivindicar nuevamente la figura del poeta y su trascendencia universal. El Proyecto 75 × 75 quiere ser una puesta al día de la vetusta Muestra 50x50, una gran iniciativa que se concretó el año 1992 coincidiendo con el quincuagésimo aniversario de la muerte del poeta en las dependencias del Reformatorio de Adultos, de Alicante. Se promoverá, adicionalmente, la realización de un gran encuentro histórico-literario con participación de las instituciones y autoridades locales, autonómicas y nacionales, y también de las universidades. Finalmente, se desarrollarán campañas específicas para lograr que una réplica ampliada de la escultura “El Ave” se instale en las proximidades de la dársena de levante.

Por otro lado, se ambiciona que las instalaciones portuarias acojan un gran museo que muestre la relación entre Alicante y el mar, que contemple el vínculo histórico existente entre la ciudad y su puerto, así como la proyección que éste le da a nivel mundial. Se quiere que esa gran instalación museística incluya una sección dedicada a la historia reciente del puerto, a la “historia olvidada” del final de la Guerra Civil, de los refugiados, del Stanbrook, y de todo lo que ello significa para la recuperación de la memoria histórica.

Además, se participó a los presentes la colaboración que asume la Comisión con las instancias municipales en los trabajos de normalización de las calles y espacios públicos, para que sean retirados de ellos los objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura. También, la promoción de la dignificación de las fosas comunes del Cementerio, proponiendo al Consistorio la instalación de un gran memorial que recuerde y homenajee con honor y dignidad a las víctimas de la represión franquista y de los bombardeos que sufrió la ciudad durante la Guerra Civil.

Antes de que se iniciase el esperado concierto, el representante de la Comisión concluyó los parlamentos anunciando que se desplegará una gran itinerancia con los fondos de la Exposición 100 Artistas Solidarios y con el Proyecto 75x75 para difundir sus objetivos y financiar las actuaciones. También se intensificará la proyección internacional promoviendo nuevos vínculos con instituciones, asociaciones y entidades europeas. En ese contexto, se ha programado para principios de mayo una semana de actividades para conmemorar el final de la II Guerra Mundial y el triunfo de la democracia sobre los fascismos, con participación de representaciones de todos los países aliados.

El acto concluyó con un la interpretación de un ramillete de canciones, unas conocidas y otras menos, unas de autoría de los cantautores presentes y otras de los ausentes (Raimon, Ovidi Monllor, etc.). No faltaron tampoco clásicos poemas musicalizados de Nicolás Guillén (Sóngoro cosongo) o de José Agustín Goitisolo (Palabras para Julia). Paco Armengol, Andrés Ruiz, Antonio Antón y los hermanos Fernando y Adolfo Celdrán hicieron las delicias de un público absolutamente entregado desde que sonaron los primeros acordes. Un acto emotivo y emocionante, cuyo colofón, la interpretación coral por parte de cantautores y público de la versión que hace años preparó Adolfo Celdrán de Bella Ciao, el canto partisano por antonomasia, puso los pelos como escarpias a todos los presentes.

Cotidianidad (2)

A veces tomar el pulso a la vida consiste en asomarse a la ventana y ver lo que sucede en la calle, o en aventurarse a emprender un paseo para observar cuanto ofrece cualquier itinerario. Esto último es lo que hice en la tarde-noche de ayer, veinte de febrero. Hacía semanas que no deambulaba por las avenidas y descampados que circundan mi casa y, pese a que amaneció uno de los pocos días invernales que hemos tenido este año, especialmente ventoso y fresquito, salí a dar una vuelta sin otra intención que tomar el aire y desentumecer las piernas. El paseo me llevó a unos derroteros tan fortuitos como sorprendentes, resultado de las contradictorias trayectorias que emprendí llevado de un ensimismamiento del que salí abruptamente cuando alcancé una de las pequeñas plazas que tenemos en el barrio, topándome con un grupo de chavales de entre quince y diecisiete años que ensayaban esas rimas estridentes y ramplonas, que denominan rap, ante la atenta mirada de sus amigos y la escucha distraída de otros que jugueteaban más interesadamente con algunas chicas que les acompañaban.

Cerca de allí, unas parejas jóvenes conversaban distendidamente sobre las amplias aceras, abandonando confiadamente los carritos con sus retoños en las proximidades de la entrada a un pub que se anuncia con un nombre con reminiscencias, Santa Mónica. Un rótulo que se exhibe iluminado con vistosos tubos de neón, remarcado por un pleonasmo con forma de locomotora de carbón, de aquellas que atravesaban el medio oeste recorriendo velozmente praderas y cañones, desiertos y estepas, tan infinitos como familiares a fuer de conformar los escenarios de los centenares de películas de indios y vaqueros que hemos visto reiteradamente.

Nora Iniesta, Cotidianeidad, 2005.
En la calzada de al lado, cuatro o cinco vehículos estaban aparcados en doble fila, algo que es habitual aquí, fruto de la presión demográfica y comercial que se ejerce sobre un espacio público manifiestamente insuficiente para acoger los usos ciudadanos, como sucede en casi todos los que tenemos en la ciudad. Fijé un poco más la mirada y observé que paralelamente a uno de ellos se hallaba una especie de motocarro como los de antes, bien estacionado. No era uno de aquellos vetustos artilugios autopropulsados con tres neumáticos, no. Lo que tenía ante mí era un vehículo de cuatro ruedas cuya carrocería convencional se había modificado intencionadamente, alterando su morfología original a base de habilitar un nuevo compartimento que se asemeja a una cámara frigorífica sui géneris, que le da más apariencia de anacronismo que de originalidad.

En el lado opuesto de la plazoleta, las luces de las farolas recortaban las siluetas de un grupito de gente joven, en el que se apreciaban chavalotes granados y muchachos imberbes que disputaban su particular partido de futbito, justo en la esquina del ínfimo parque que remata uno de los lados de la especie de fuente que, revestida con forma de cascada, desciende desde un pequeño promontorio que hay en el fondo de la plazuela.

Ajusté el foco de la mirada y descubrí a mi lado a uno de los millones de conciudadanos que diariamente sale a pasear por obligación a estas horas, con el único objetivo de facilitar a sus perros la satisfacción de algunas de sus necesidades más perentorias. Como es habitual, también éste observaba displicentemente a sus animales sueltos e incordiando por los espacios privativos de las personas, sin prestar atención alguna a sus entretenimientos con el césped (ralo de tanta visita, gozo y retozo), las plantas, los pies de las farolas y señales de tráfico, las esquinas de las edificaciones, los bordes de los jardines y los fosos de arena donde también diariamente juegan los niños, inmunes a la fuerza a cualquier infección o contagio caninos.

En ese preciso momento, un grupo de mozalbetes cruzaba la plaza corriendo y vociferando. Increpaban sin motivo aparente a quiénes encontraban a su paso, incluidos los conductores, que se veían obligados a detener sus vehículos para evitar arrollarlos. Entretanto dos niños, cuya estatura apenas sobrepasa el metro, empapelaban medio parque con decenas de folletos; sin misericordia, saturando de papel el escaso césped que la acicala.

Paradójicamente, en el fondo norte de la plazoleta, una pequeña catarata, ramplona y de apariencia insulsa, había metamorfoseado su aspecto con la luz crepuscular y los postizos eléctricos, convirtiéndose en un artilugio sorprendente que proyectaba el fluido que se derramaba por los escalones, cuyos ribetes iluminados le proporcionaban unas aureolas prodigiosas, dándole una apariencia espectacular, difícil de adivinar a plena luz del día. Observé en la acompasada caída de esas aguas recicladas la metáfora del fluir de la vida que, de la misma manera que se nos ofrece en la espontaneidad atribulada de las conductas de los ciudadanos, se desvanece de improviso, como hoy se disipó la de Umberto Eco, un sabio que sabía todas las cosas, aunque simulaba que las ignoraba para seguir estudiando, como ha dicho Juan Cruz.

lunes, 1 de febrero de 2016

Perder la reputación.

Hace dos fines de semana que mi admirado Javier Marías encabezaba su habitual colaboración en la última página del suplemento dominical del diario El País con un sugerente título: La imparable mengua de mi reputación. En él relataba un nuevo episodio de la particular historia que retoma cada año nuevo con ocasión de los regalos y atenciones que en tales fechas se procuran él y su amigo Pérez Reverte. Éste acostumbra a regalarle diferentes artilugios combativos o bélicos y aquél suele corresponderle con alguna publicación exclusiva, que naturalmente suele tener connotaciones belicosas, o por lo menos beligerantes. Mis aficiones están en las antípodas de semejantes quimeras; por tanto, lo que me motivó el titular nada tiene que ver con el contenido del artículo sino con su relación con algunas reflexiones que me hago desde hace algún tiempo.

A lo largo de la vida, según en qué momentos, uno decide -o debe decidir- poner punto final a determinadas cosas. Algunas de estas resoluciones son, por ejemplo, la práctica deportiva exigente, las juergas con los amigos, el ejercicio profesional y otros muchos desempeños. Todos son asuntos importantes que merecen una adecuada atención, aunque hoy me detendré exclusivamente en los cometidos profesionales.

No descubro ningún Mediterráneo cuando reitero en mis conversaciones que cada persona tenemos nuestro lugar en el mundo; también en el ámbito de la respectiva ocupación profesional. Ese lugar lo estrenamos de manera concreta y más o menos fortuita, y lo solemos ‘habitar’ y desarrollar a lo largo de un importante periodo de tiempo (al menos es lo que hicimos la gente de mi generación, aunque soy consciente de lo mucho que ello ha cambiado en los últimos años). Durante ese intervalo, en el que no solo desempeñamos un único rol o cometido, porque ya hace lustros que la vida laboral hace ineludible la capacidad de metamorfosearse, aprendemos, producimos, crecemos y maduramos para, finalmente, ceder y empezar el tránsito hacia una progresiva decrepitud, en un proceso que habitualmente resulta tan imperceptible como imparable. Tan es así que, como acostumbro a decir, sin apenas percatarnos alcanzamos un punto del trayecto en el que "o nos vamos, o nos echan". Por tanto, a lo largo del itinerario profesional, tan importante es permanecer atentos a perfeccionar buenos aprendizajes o a adquirir y mejorar las competencias, como saber y querer detectar los indicios que alertan de los pequeños declives, que son las señales del inicio de las involuciones por incipientes que sean. Si no activamos esos sensores, o nos mostramos remisos a considerar la información que facilitan, acabará sucediendo lo inevitable: que otros adoptarán las decisiones que nos afectan y que nos cambiarán la vida y, además, es probable que ello sea consecuencia de una resolución drástica acordada el día más inesperado.

Estoy convencido de que la mayoría somos conscientes de ello y, sin embargo, cuando nos aproximamos al final de nuestro recorrido laboral, muchos somos renuentes a tomar las decisiones que nos convienen. Creemos que nuestro bagaje, nuestra experiencia, nuestra trayectoria o nuestro prestigio son avales suficientes para seguir ocupando el espacio que tan meritoriamente creemos haber conquistado con nuestro esfuerzo a lo largo de la carrera profesional. Tan es así que, llegado el momento del retiro, bien elegido voluntariamente o bien impuesto por la legalidad, tenemos una cierta querencia a permanecer en el puesto de trabajo o en sus cercanías. Buscamos los argumentos más peregrinos para justificar esa propensión. Son explicaciones que no enjuician del mismo modo quiénes nos rodean, que las aceptan eventualmente y casi a regañadientes por una especie de caridad mal entendida, que no sabe qué tiene de tal y cuánto de compasión o de tolerancia forzada.

A los pocos meses de la jubilación, disipados los efluvios de los homenajes de despedida y de los plácemes de rigor, cualquier observador perspicaz se percata de que el teléfono dejó de sonar, de que aminoran las consultas y las confidencias profesionales y de que lo que se aprecia alrededor es poco más que alguna pose impostada y ciertas actitudes piadosamente transigentes. En el fondo, apenas nadie tiene interés por lo que aportamos o ayudamos en el entorno de lo que fue nuestro trabajo.

Y si forzamos la situación, permaneciendo cerca y empecinándonos en mantener una cierta “normalidad”, comprobaremos cómo en un breve intervalo de tiempo habremos echado por la borda toda nuestra reputación. Nos lo expresarán los colegas más desinhibidos o más inconscientes (?), que nos enviarán mensajes inequívocos que resumen la situación con frases certeras. Es el caso, por ejemplo, de los que preguntan retóricamente: “pero, ¿no te habías jubilado?, ¿qué haces por aquí?”; como diciendo, con lo a gusto que estaría yo en tu lugar, disfrutando de los privilegios del retiro, ¿cómo osas incomodarnos diariamente con tu presencia, recordándonos que tu devoción nada tiene que ver con nuestra obligación?, ¿qué pretendes demostrar?, ¿acaso no hay vida más allá del trabajo?, etc. Lo que se dice y lo que se calla expresan a las claras que pasó tu tiempo, que ya no tienes presencia, que te has borrado de la profesión. Sé de sobra que algunos que lean lo que escribo pensarán que levito porque nada de lo que refiero va con ellos, puesto que siguen considerándose personas activas, respetadas y prestigiadas en sus entornos laborales o académicos, etc., etc. Mienten o, lo que es peor, se engañan a sí mismos. Solo aceptaré una matización bienintencionada: algunos creen que no hay vida más allá de la profesión. Verdaderamente, si es de eso de lo que se trata, me retracto, acepto que quiénes padecen ese desvarío tienen razón: ¡qué le vamos a hacer!

Lo mismo sucede en el ámbito más formal, como es la presencia en el espacio académico o en el ámbito de la investigación. Nuestro currículum se para en seco, los meritorios indicadores que iban jalonándolo se interrumpen, las evidencias competenciales paran sus contadores. Todo queda en una foto fija que permanece invariable mes tras mes, hasta llegar a un punto que te hace tomar conciencia de que “tu reino ya no es de este mundo”; de que tu reputación profesional y académica se limita a una foto finish de hace equis años, que nada tiene que ver ni con tu estatus actual ni con tus ocupaciones presentes.

Te has esfumado del mundo del trabajo y, si regresas circunstancialmente a él para asistir a algún acto o participar en alguna actividad, encuentras un paisaje radicalmente distinto: nada es como era, ni los espacios ni las personas son las que había, ni tampoco las cosas son como solían ser. Has desaparecido del horizonte, pocos te recuerdan asiduamente y la mengua de tu reputación es una evidencia. Es otro tiempo, son otras cosas, estás en otro camino. Y no hay otra que aceptarlo e intentar disfrutarlo.