lunes, 12 de septiembre de 2016

Blogosfera.

Cuando tomo conciencia de que formo parte de la llamada blogosfera me asalta un cierto estupor y me apresuro a consultar en internet, por si acaso, no  vaya a ser que… Entre un sinfín de cosas encuentro un artículo de un profesor universitario, que parece experto en este tema y que asegura que “un weblog también conocido como blog o bitácora (listado de sucesos) es un sitio web con un uso o temática particular, periódicamente actualizado y escrito con un estilo personal e informal, que recopila cronológicamente textos o artículos que publica o publican libremente uno o varios autores, donde el más reciente aparece primero”. Hasta aquí, nada que objetar. Eso es exactamente lo que creo que hago aquí, en ababolesytrigo.blogspot.com.es, bitácora que empecé en mayo de 2013 sin otra intención que ir conformando un dietario retrospectivo y actual mientras tenga motivación por ir completándolo. Y la sigo teniendo.

Continuo con el artículo y empiezo a perderme cuando leo el concepto de blogosfera que se expresa en él, definiéndola como: “una conceptualización precisa de conocimiento integrado dentro de Internet que gira en torno a los blogs”, un enunciado que me deja atónito por su imprecisión y vaguedad. Probablemente no entiendo bien la definición porque, como aclara el profesor en otro apartado, basa su artículo en el “modelo lexemático funcional, MLF, de Mingorance; en la teoría comunicativa, TCT, de Teresa Cabré; en la teoría combinada de la metáfora de Fauconnier y Turner (2002) y en la propuesta de integración conceptual de Johanson (2004)”. Soy un ignorante que desconoce las aportaciones de esas distinguidas –supongo– autoridades académicas y la verdad es que carezco de motivación para indagar al respecto. Así que, como me descamino entre tan concentrada epistemología, prefiero refugiarme en la simplicidad de la definición del Diccionario Panhispánico de Dudas que indica que se ha tomado la voz bitácora para traducir el término inglés weblog [de web+log (book); abreviado, blog], que significa ‘sitio electrónico personal, actualizado con mucha frecuencia, donde alguien escribe a modo de diario o sobre temas que despiertan su interés, y donde quedan recopilados asimismo los comentarios que esos textos suscitan en sus lectores’. Esto, que entiendo perfectamente, me tranquiliza y me convence de que con lo que hago ni saco los pies del tiesto, ni delinco. Por tanto, dos preocupaciones que me evito.

Empecé el blog hace algo más de tres años. En ese tiempo he ido dejando en él más de doscientas entradas que incluyen de todo un poco: retazos de actualidad, impresiones puntuales, aspectos que me parecen relevantes de mi vida o de las de otros, historias pretéritas, ilusiones, ingenuidades, preocupaciones congruentes e incongruentes, quimeras, aficiones, afectos, etc. En el dilatado, irregular y hasta atolondrado relato que conforman los pequeños capítulos que escribo de vez en cuando, en esa especie de gran almazuela –o patchwork, como se prefiera–, se puede encontrar perspectiva suficiente para entender e interpretar, más o menos fielmente, buena parte de mi recorrido vital.

A veces consulto el movimiento del blog para curiosear la gente que lo visita, cuántos son, de dónde proceden, qué navegador utilizan, etc. Me asombra el relativo gran número de visitas que recibe (próximas a las 20.000), algo que me inquieta tanto o más que me gratifica. Evidentemente, más de la mitad corresponden a ciudadanas y ciudadanos españoles, pero también son numerosísimas las visitas de personas extranjeras procedentes de países variopintos, algunos de ellos lejanos e inesperados (China, Ucrania, Australia). Los estadounidenses lo han visitado en más de 2000 ocasiones, casi 600 son las corresponden a los ciudadanos alemanes y más de 500 las realizadas por los rusos; en fin, alrededor de 200 corresponden a los franceses. Adicionalmente se contrasta una larga nómina de países cuyos ciudadanos han visitado el blog en torno a un centenar de ocasiones, como es el caso de Ucrania, México, Irlanda, Bélgica o China.

Este público, polifacético y cosmopolita, parece que tiene interés por los desahogos, los pensamientos o las disquisiciones que plasmo en los sufridos, amistosos y digitales folios; y que también se inquieta por lo que me preocupa o me motiva. Y ello resulta una agradabilísima sorpresa porque es como encontrar una especie de muda interlocución con la que confronto, sin hacerlo, las preocupaciones, opiniones y quimeras que, cuando constato que interesan a otros, parece que se truecan en asuntos compartidos o, por lo menos, aparentemente participados. Pero evidentemente se trata de una infundada ilusión porque uno de los flancos débiles de la blogosfera es precisamente que no se ha concebido como formato orientado a propiciar la interlocución, el diálogo o la comunicación multidireccional. Es cierto que, dependiendo de la voluntad del bloguero, los lectores pueden añadir comentarios a las entradas del blog, pero tales apostillas no buscan incitar el diálogo con él; más bien, se utilizan para trasladarle impresiones u opiniones sobre lo que escribió, para matizar algún aspecto del relato o para expresarle juicios evaluativos. En mi caso, solo unos pocos amigos, y unas cuantas personas con las que tengo gran confianza, añaden de vez en cuando comentarios amables y bienintencionados. La inmensa mayoría de los lectores no indican nunca nada.

Es cierto que mi bitácora no tiene otro objetivo que el que se expresa en su primera entrada: ser una especie de dietario retrospectivo y actual que cultivaré hasta que me canse. Pero con el paso del tiempo he comprobado que lo que escribo parece que también interesa a otros porque, a los pocos minutos de insertar alguna entrada, contrasto que entre diez y quince personas han accedido a ella, lo que me hace pensar que les importan las cosas que cuento y, tal vez por ello, han activado avisos para seguir puntualmente las novedades. Evidentemente, otras muchas acceden fortuitamente y otro importante grupo lo hace cuando se insertan referencias en otras redes sociales, como Facebook.

Reconozco que me gustaría saber por qué me leen con cierta regularidad quiénes lo hacen, y también qué evaluación hacen de lo que escribo, sus coincidencias y discrepancias con lo que digo, etc, etc. Y hasta estoy dispuesto a aceptar de buen grado algún exabrupto proferido por quienes consideren que les hago perder el tiempo entreteniéndoles innecesariamente con mis disquisiciones. Con la misma libertad que expreso mi pensamiento, doy mis opiniones o escribo las percepciones que tengo, acepto gustoso que se me replique sin otra cortapisa que la que me autoimpongo: el uso de términos y expresiones correctos y respetuosos. Creo que a estas alturas está claro que creo en la dialogicidad, en el poder y en el valor del diálogo como motor de la ciencia y del progreso, como catalizador de la convivencia y como ingrediente imprescindible de la civilidad. Sería extraordinario que pudiésemos iniciar un diálogo explícito, que empieza a resultarme imprescindible aunque entiendo que otros no compartan tal necesidad. Y tal vez acepten peor que se vehicule a través de un medio público como este. En todo caso, si alguien quiere trasladarme privativamente cualquier impresión puede hacerlo a la dirección de correo: vicente.carrasco@ua.es Muchas gracias por acompañarme a través de la lectura y un sordo y cordial saludo a todas las silenciosas voces que todavía no logro escuchar.

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