jueves, 23 de febrero de 2017

IMSERSO.

Alguna gente con la que me relaciono trasluce importantes prejuicios sobre los viajes del IMSERSO. Cuando se suscitan en las conversaciones, sus comentarios expresan a las claras una actitud reactiva, que revela su rechazo frontal a participar en esta modalidad de turismo social que programa el conocido Instituto de Mayores con dos objetivos principales: atender la demanda social a precios muy accesibles y contribuir al mantenimiento de las instalaciones hoteleras, de las compañías de transporte y demás infraestructuras turísticas durante la temporada baja. Las personas a las que me refiero parecen pensar algo así como que engrosar la clientela del IMSERSO equivale, o casi, a reconocerse y declararse definitivamente viejos, discapacitados o casposos. Cualidades todas ellas que, naturalmente, consideran antitéticas de las autopercepciones que se atribuyen, que les hacen considerarse mejor ubicados entre la clientela habitual del Corte Inglés.

El significativo colectivo al que me refiero parece desconocer que los procesos de envejecimiento afectan por igual a cualquier viajero, dado que el tiempo es una variable que aqueja y perturba a todos por igual. Es una realidad acreditada que en España la prolongación de la esperanza de vida comenzó más tarde que en los países vecinos, pero actualmente su incidencia está siendo bastante más intensa y más acelerada. Hace dos o tres años que las Naciones Unidas advertían en sus informes de que nos encontramos entre los países que comparten ranking con las potencias tradicionales en la materia como Japón, Alemania, Italia, Francia y Reino Unido. Es más, las prospectivas auguran un crecimiento espectacular en las próximas décadas. Así, por ejemplo, en enero de 2016, en España vivían 8.657.705 personas con 65 y más años, es decir, el 18,4% del total de la población. Según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2066 habrá más de 14 millones de personas mayores, que supondrán el 34,6% de una demografía que alcanzará entonces algo más de 41 millones de habitantes.

Junto al incremento de las tasas de mayores, emerge otro dato interesante. Pese a lo que se diga en las tertulias y mentideros, la posición económica de los mayores ha mejorado relativamente en los últimos años. En 2015, su tasa de riesgo de pobreza se situaba en el 12,3%, que era inferior a la del resto de los españoles. Muy probablemente esta mejora se debe a que los demás segmentos de población han empeorado y consecuentemente han bajado el umbral referencial. De ese modo, comoquiera que los mayores mantienen sus ingresos a través de las pensiones (por fortuna., todavía no recortadas en exceso), muchos quedan por encima de la nueva referencia.

Por tanto, el incremento de la esperanza de vida al nacer (85,4 años para las mujeres y 79,9 años, según datos del INE para 2015) hace que cada vez sea más amplio el colectivo de mayores. Por ofrecer un dato, solo en Madrid y Barcelona viven casi un millón. ¡Ahí es nada! Por otro lado, el aumento del importe medio de las pensiones ha propiciado un mayor poder adquisitivo, que también se destina en parte al ocio. De manera que no debe sorprender que el Programa de Turismo Social del IMSERSO permita viajar a más de un millón de jubilados cada año, con la consiguiente generación de 100.000 puestos de trabajo directos en temporada baja y una actividad económica que casi alcanza los 400 millones de euros en el sector turístico.

Se trata de una oferta de vacaciones que incluye estancias en el litoral peninsular, Baleares y Canarias; viajes culturales a destinos de interior; turismo de naturaleza; circuitos a capitales de provincia y viajes a Ceuta y Melilla, con amplitud de los turnos (entre cinco y quince días de estancia), en régimen de pensión completa, con transporte de ida y vuelta, asistencia sanitaria y póliza de seguro. Todo ello a unos precios muy asequibles, bonificados por el IMSERSO.

Me cuesta entender la renuencia de mis conocidos a participar en este Programa. No solo porque me parece una magnífica oportunidad para cambiar de aires a precios razonabilísimos y porque constituye una manera de contribuir al sostenimiento de un importantísimo sector de la actividad económica, sino también porque, además, creo que propicia una gran oportunidad para ensanchar las relaciones sociales. Aunque no somos muy asiduos, hemos participado en media docena de estos viajes. En general la experiencia es plenamente satisfactoria porque, además de las ventajas mencionadas, propicia la convivencia con un conjunto de personas que constituyen una muestra que replica bastante bien el conjunto de la sociedad.

Así, en pocas horas descubres al tipo espabilado y listillo que porfía por ocupar los primeros lugares en cuantas ocasiones se tercia (acceso al autobús, entrada a los espacios que se visitan, colas del catering, etc.). Identificas a parejas taimadas que buscan los recovecos y entresijos del devenir del día a día para sacar provecho de la amabilidad y/o la generosidad de los demás. Reconoces a personas esquivas, que van absolutamente a la suya y que se infiltran en cualquier cola o se extravían a la menor ocasión, importándoles un bledo cuanto les rodea. Te asombras observando grupitos de paisanos que, como si careciesen de vida propia, parece que contrataron conjuntamente el viaje y que lo despedirán de la misma manera. Together forever sería el corolario que resumiría su particular periplo: habitaciones contiguas, mesa compartida, asientos consecutivos, etc., etc. Por otro lado, identificas a algunos aficionados a exhibir ineducadamente su condición de “muy viajados”, que vociferan a los cuatro vientos las irrelevantes anécdotas y los poco afortunados comentarios que les ofrecieron guías poco rigurosos que les acompañaron en los viajes que hicieron a Praga, Edimburgo, Nueva York o Tokio para celebrar que habían alcanzado la jubilación o completado determinado aniversario de vida en pareja.

Ahora bien, lo esencial es que te encuentras con una mayoría de personas “normales”, es decir, gente razonable, comedida y educada, que sustenta la armonía de la expedición y que con sus actitudes y disposiciones contribuye a su éxito. Empezando por los guías, que suelen ser hombres y mujeres expertos y profesionales, que se aplican a realizar su trabajo muy pacientemente y muy bien. Y continuando por los demás participantes, sea a titulo individual, en pareja o en pequeños grupitos. De modo que, en mi opinión, la oportunidad que ofrecen para experimentar la convivencia de una manera tan estrecha y variopinta es motivo suficiente para participar en los viajes del IMSERSO. Si, además, contribuyes con ello a dinamizar la actividad económica y a favorecer el empleo, y encima lo haces pagando muy buen precio, ¿qué más se puede pedir?

2 comentarios:

  1. Estoy contigo.Siempre he defendido que el IMSERSO es una forma de contribuir a mantener el empleo además de dar vida a las personas que trabajaron duro en su vida.En muchos hoteles ya dan las gracias por ese turismo serio que además fortifica las relaciones de las personas con experiencia de vida.

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